Amazona errante
Escuchas la lluvia golpear sobre la ventana,
mientras recostada a mi pecho oímos música,
quizás percibas el sonido del trueno en la lejanía,
quizás imagines la tormenta en crecento, te equivocas,
es mi corazón latiendo aceleradamente
por la dicha de acariciar tu cuerpo.
Las copas han quedado mediadas, al saciar el vino
yacen olvidadas sobre la mesa del centro,
las manos ávidas de conocerte
recorren suavemente tu cuerpo,
despierta tu piel al contacto
dibujo en tu espalda ríos y valles.
Los labios hambrientos de besos
se unen activando el contacto del deseo,
gimes callada, mientras agitas tu respiración,
te ahogas, casi te falta el aire, son los besos del deseo
acumulado por siglos sin besarnos,
sabes he perdido la batalla, frente a ti no gano, me rindo,
soy prisionero de tus besos, esclavo de tus ganas.
Arrancas tus ropas, sientes te queman el alma,
al quitarte la blusa su tela desgarras,
lanzas muy lejos la falda, el brazier, el panty lo arrancas,
desnudas tu cuerpo, llenándome de ganas,
percibo tus deseos, tus pezones te delatan,
son exquisitas fresas para saciar el hambre de amarte,
tu cuerpo y el mío se unen, las pieles queman, arde la carne.
Cabalgas amazona errante,
domas con tus ansias mi potro salvaje
montas, avanzas, te mueves con la magia y la sabiduría
de los años vividos y los deseos de amarme,
todo tu cuerpo es arte, es pintura, fotografía, escultura, es música,
sí, música, tu cuerpo gime como violín tocado en la tarde,
cuando las lluvia cae y te entregas como lo hacías antes,
hace siglos, cuando fuimos amantes.